Belisario Betancur

Fecha:

08 de Agosto de 1982

Periódico:

El Tiempo

Ciudad:

Circulación nacional

Palabras claves

Desarrollo, Partidos, Paz

Nombre del artículo:

El pueblo es mi fiador

Transcripción:

Discurso del Presidente Belisario Betancur ante el pueblo, en la Plaza de Bolívar, después de tomar posesión.

Acabo de prestar juramento, ante el congreso Nacional, de que cumple leal y fielmente la Constitución y las leyes. Pero antes de ejecutar uno solo de los actos de mi gobierno, y acatando solamente un mandato de conciencia dictado por mis convicciones democráticas y por mi solidaridad con las angustias y los anhelos de los humildes que son mis iguales. He querido renovar este juramento ante el pueblo de mi patria y prometer solemnemente que, con su ayuda, no seré inferior a la misión que me encomendó al depositar en las urnas por mi nombre la más copiosa votación popular de la historia de Colombia.

Esta ocasión es memorable y singular porque constituye en primer Iugar el término de una cruzada victoriosa por restablecer al pueblo como rector de sus propios destinos. Para dignificar el poder y devolvérselo a las gentes de la llanura; es la culminación de un esfuerzo continuado por rescatar para la política su sentido humano, para despojarla de la tortuosa adhesión a odios superados, a banderías acaso validas ayer, estériles ahora y en el futuro: esfuerzo por acercar las practicas a los ideales y los programas a las aspiraciones: y para dar un contenido pragmático y generoso a la gestión pública: culminación, en fin, de una campana en la que la propuesta de rescatar la unidad nacional reunió las grandes mayorías dispersas y silenciosas.

Porque por sobre las transitorias discrepancias de los partidos, hay un consenso para volver al genuino sentido de la democracia: el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Fue éste el criterio que orientó mis propuestas electorales y que me permitió formular un proyecto político concreto: ennoblecer las costumbres, corregir las injusticias, atenuar las desigualdades que amenazan disolver la Nación y enfrentarnos en una contienda terrible entre los que todo lo tiene y los que carecen de todo.

Tales fueron los fundamentos básicos de mi empresa política, de una campaña cuyo vocabulario y comportamiento se ajustaron a las más claras normas de la decencia y del respeto a los contradictores. Por eso encuentro bueno y saludable para la democracia, que hoy renueve explícitamente esos fundamentos ante el pueblo que los acogió y del que espero luces y apoyo para su realización.

Bueno y saludable fue, en efecto, que nuestro país lograra vencer el cáncer de la abstención que mina los fundamentos de nuestras instituciones y desvirtúa la actividad política hasta convertirla en ejercicio lejano en que el pueblo carece de injerencia: actividad de minorías que ahonda la querella entre el país político y el país nacional, como dijera Gaitán, el líder de imborrable presencia en esta plaza mayor de la democracia colombiana.

Muy poco sería lo que habríamos avanzado por el camino de esa democracia, si nos limitáramos a reconocer el papel de la participación popular en la formación del poder político y no fuéramos más allá, hasta institucionarla en la vigencia de la gestión pública y en las grandes decisiones que afectan a la sociedad y a su economía. Cuando la participación popular no se limite a las fechas señaladas en el calendario electoral, sino que sea ejercicio permanente de la capacidad ciudadana, un derecho y una obligación, entonces y solo entonces, podremos decir que nuestra democracia ha ganado en profundidad y en solidez, en sentido social y en eficacia económica, y que nuestro pueblo ha dejado de padecer la historia para para convertirse en su protagonista.

Así podremos lograr la paz que todos anhelamos, centro de mi campaña nacional y meta de nuestro desvelo: una paz sin retaliaciones ni vindictas: una paz que incorpore a todos los colombianos en la actividad ciudadana y les dé la posibilidad de realizarse económica y socialmente, y de participar en la vida democrática: una paz que garantice el pleno ejercicio de los derechos y al mismo tiempo demande el cumplimiento de las obligaciones: una paz que sea fundamento de la seguridad colectiva, que rescate la convivencia y la justicia, que permita establecer una demarcación entre la confrontación política desviada de sus cauces normales y cualquiera de las modalidades del delito. Levanto ante el pueblo entero de Colombia, una alta y blanca bandera de paz: la levanto ante los oprimidos, la levanto ante los perseguidos, la levanto ante los alzados en armas, levanto la blanca bandera de la paz ante mis compatriotas de todos los partidos y de los sin partido, de todas las regiones, de todas las procedencias. No quiero que se derrame una sola gota más de sangre colombiana de nuestros soldados abnegados ni de nuestros campesinos inocentes, ni de los obcecados, ni una gota más de sangre hermana. ¡Ni una sola gota más!

La violencia, la inseguridad, la corrupción y la desidia van de la mano del miedo, de la injusticia, del hambre, del desempleo, pero también del olvido de los valores morales y del repudio de las normas jurídicas. Por eso es preciso una purificación de la gestión pública, el retorno a la confianza en las instituciones privadas, el afianzamiento de los valores que han sido orgullo de la nacionalidad y que hemos olvidado en momentos de angustia o desvío, lamentablemente frecuentes en los últimos tiempos: tiempos oscuros que tenemos la obligación de despejar con rectitud, con la pedagogía de la humildad, del diálogo y de la tolerancia en la conducción de los negocios del Estado. Porque de un poder lejano y arrogante, nacen la degradación de la sociedad y los peores atropellos a las personas.

Nuestra patria está enferma. Nuestra patria padece problemas que, como la concentración del ingreso, atentan contra la democracia y contra la dignidad humana: problemas que como el desempleo son consecuencia de la ineptitud del Estado y de la incapacidad de la sociedad para dirigir sus energías y movilizar sus recursos: problemas como la desorientación de la educación y el mal empleo de las inversiones para programas que mantienen el mismo número de analfabetos y un número creciente de profesionales desempleados: problemas como la parálisis de la industria y el adormecimiento de los campos: problemas como la falta de un techo así sea modesto, para millones de compatriotas.

De cuanto dije en la campana electoral que el pueblo llevó a la victoria, dos ideas y compromisos llegaron a lo más hondo de la conciencia nacional: el derecho de los colombianos al avance educativo, concretado en la educación abierta y a distancia que haga efectivo el acceso a la educación superior de los bachilleres sin otra exigencia que su diploma: y el de otorgar a las clases menos afortunadas, la oportunidad de obtener su casita propia sin la traba, superior a sus fuerzas, de la cuota inicial. No me perdonaría a mí mismo, ni me lo perdonaría mi pueblo, una falla en estas que son expectativas pero que hoy mismo tienen que convertirse en comienzo de realizaciones

La vivienda popular tiene actualmente tres ejecutores en el sector oficial, en grande escala, el Instituto de Crédito Territorial, el Banco Central hipotecario y el Fondo Nacional del Ahorro: tiene además un agente de eficacia incalculable en el sector privado, pero de origen legal y sujeto al control del Estado, las corporaciones de ahorro y vivienda. Además, las mutualistas y las cooperativas llamadas a tener un papel decisorio, me ayudarán a cumplir el gran compromiso. Todo ésto necesita un solo comando. Por eso, muy cerca del Presidente de la República, donde pueda yo personalmente comandar y responder, crearé un organismo en que estas entidades sean parte rectora, y empeño mi palabra de que no defraudaré a mis conciudadanos, que entregará sin regateos los recursos al pueblo pobre, al auténtico,  al menesteroso de un techo que aloje la dignidad de sus familias como el traje cubre la desnudez de la persona.

Durante mi campana recorrí los cuatro puntos cardinales de Colombia. Desde la cabeza de la Guajira, encanecida de sal y envejecida en una espera sin redención, hasta sus pies posados sobre el gran río que como una arteria palpitante atraviesa la selva: desde sus costas sobre el mar Pacífico hasta esa otra costa de olas verdes formada por los Llanos Orientales. Aprehendí con mis manos las fronteras que en la niñez fueron sólo patrimonio de los mapas, y amé más que antes nuestra historia que se repite en cada frailejón de Pisba y Paya, en cada duna del desierto de La Candelaria, en cada piragua sobre el Magdalena y en cada mata de monte de Casanare. Por eso conozco las necesidades y las expectativas de nuestra tierra y de nuestra gente y por eso inmediatamente me ocuparé de ellas, para solucionar las unas y alentar las otras. Porque solo viviendo en un país del que se sienta satisfecho, puede el ser humano decir que tiene patria.

Si queremos entrar por el camino del desarrollo, tenemos que volver cada vez más a nuestro propio ser, cultivar nuestras tradiciones y nuestros valores, dejar de lado los modelos extranjerizantes de comportamiento, que crean falsas expectativas y empujan por la pendiente del consumismo, que aniquila nuestros ingresos y degrada nuestra personalidad.

 Al comparecer ante el pueblo que me ungió con su voto, quiero hacer una manifestación de fe y de humildad: de fe en las instituciones rectamente entendidas y practicadas, y en la capacidad e intuición de mis compatriotas que sabrán ejercitar sus derechos y cumplir las obligaciones que la vida social nos impone.

De humildad porque, conociendo los límites de mis capacidades y la magnitud de los problemas que debemos afrontar, demando la asistencia permanente de la Providencia y  del pueblo sin cuya vigilancia y concurso no podré llevar adelante las reformas en que me he comprometido, ni realizar los programas que mis compatriotas anhelan.

Al igual que acabo de hacerlo en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional, prometo en esta Plaza que lleva el nombre augusto de nuestro Padre y Libertador Simón Bolívar, gobernar a los colombianos con sumisión a la Constitución y a la Ley: prometo que aplicaré mis energías y las luces que Dios me conceda a lograr el bienestar, la armonía y la felicidad de mis conciudadanos: a superar el oscuro pasado: a echar los fundamentos de un porvenir más venturoso.

¡Dios es mi testigo: ustedes son mis fiadores!

Observaciones:

Del partido conservador utiliza un lenguaje de caudillo, alentando al pueblo con un lenguaje que busca justicia social, empleo y desarrollo. Del mismo modo su discurso nombra constantemente a dios, la religión católica.

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